sábado, 10 de diciembre de 2011

Sandra.

Ojala tuviera todo planeado. Y ojala todo saliera con la misma precisión con la que lo pensé. Eso sería lo mejor y a la vez lo más delicado. Cualquier pequeño detalle que llegue a pensar se hará realidad. Creo que escribiré más a fondo sobre esta idea. Tal vez lo haga un texto más amplio como para publicar un libro o llevar la idea a la pantalla grande. Esta noche no es eso lo que me ha hecho sentarme frente a la computadora a escribir. Tengo algunos pendientes laborales que tengo que terminar además de algunos asuntos personales que redactar. Y como ya terminé y no quiero ir a tirarme a la cama a ver la televisión, abrí un documento de Word para plasmar mis sentimientos.

Sandra está lejos, la extraño. Su profesión no le permite estar sentada frente a la computadora y estar escribiéndonos constantemente. Los mensajes vía celular y alguna que otra llamada son nuestro único medio de comunicación. En cuestión de mes y medio ya estará de vuelta. Eso me alegra. Sobre todo porque ya no se tendrá que ir más. Estaremos juntos. No sé si será nuestro final feliz eternamente repetido porque la vida es distinta a las obras de ficción, salvo que esté basado en un hecho real. La única realidad es que ella estará aquí.

He tratado por todos los medios de cambiar algunos hábitos. El de ver televisión, por ejemplo. La verdad es que este es muy difícil de eliminar o reducir. Más aún porque hay series que me gusta ver. Quisiera tener mucho tiempo, que vivir fuera eterno. Esta puede ser otra idea para para desarrollar más a fondo. Mi celular acaba de sonar. Un mensaje. Razón suficiente para poner el punto final.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Escribir.

No soy escritor de diez de la mañana a seis de la tarde. Este tiempo lo ocupo para cualquier otra cosa, excepto para escribir. Estudiar, bailar, jugar, viajar, pero menos escribir. Lo anoto varias veces para que quede bien claro. Mis mejores textos salen por la mañana o en el transcurso de la tarde. Ni que decir de cuando escribo por la noche mientras la luna y las estrellas me inspiran.

Corrijo. No soy escritor sino escucho música. Mientras una canción este sonado de fondo puedo escribir sin importar el horario. Eso sí, el mejor periodo para redactar unas líneas es de agosto a febrero. Pasado ese tiempo me cuesta un poco más de trabajo y en realidad ocupo ese tiempo para hacer otras cosas: estudiar, bailar, jugar, viajar y de vez en cuando escribir.

Es obvio. Todo lo que escribo en el periodo de agosto a febrero, en la noche mientras escucho música sale con una facilidad increíble. Últimamente he estado escribiendo mucho. No todo lo que escribo me gusta y mucho menos para mostrar a los demás. Si escribo es para practicar. Así como un jugador de futbol se la puede pasar tirando a gol una y otra vez en los entrenamientos, así como un pintor se la pasa haciendo varios cuadros, así como un enamorado ensaya unas breves líneas para su amada, así como un músico ensaya una canción y así puedo enumerar muchos ejemplos más.

Es verdad que a toda persona que me gusta le he escrito algo. Y también es verdad que solo a dos mujeres (mis grandes amores) nunca les he podido escribir. No de manera cursi. No mostrando mi amor. Aunque a las dos les escribí dando indicios de mis sentimientos. Con la última compartí más cosas. Con la primera descubrí todos los síntomas de estar enamorado según la revista juventud. No sé a quién quise más. Aun no se puede medir el amor. Nunca hay vencedor aunque el dolor nos da la sensación de sentirnos derrotados.

Y ahora escribo para calmar mis demonios existenciales. Y por terapia. Me siento mejor después de escribir algo. Una sensación de alivio me invade. Leo mucho. Veo mucho cine. Camino por las calles. Viajo a los poblados vecinos. Visito las zonas arqueológicas. Y sueño con los ojos abiertos. De vez en cuando veo pasar el amor pero cuando lo trato de alcanzar ya lo perdí de vista.

He aprendido mucho de la soledad. No es mala, no hace daño. Pero ya me he instalado de tal manera que no puedo salir. Me sienta bien y me acomoda tanto que me da temor abandonarla. Y escribo sobre eso. Ya hice una lista de los pros y contras. Vivir en compañía tiene más a favor. He pensado mucho en esto. También es por eso que siempre voy con Leticia (la cajera de la ventanilla tres de Bancomer) a cambiar un billete o con cualquier otro pretexto.

lunes, 10 de octubre de 2011

Verano.

Se nubla y aclara después. Así ha estado toda la mañana. No sé qué música escuchar. Estoy en duda entre algo tranquilo o que me ponga a cantar. Tengo poca música y acceso nulo a internet. Me estoy empezando a aburrir. Tengo todo desordenado, por ahí empezaré. Espero que en la tarde no llueva. Andrea y yo tenemos planeado salir. Se nos ocurrió una idea que estaremos llevando a cabo los primeros quince días de este mes. Nos comunicaremos como a principios de los años noventa, es decir, sin celular e internet. Nuestros únicos medios disponibles son el teléfono fijo, las cartas y las visitas a domicilio. Suena divertido, interesante y nostálgico. También puede sonar absurdo, pero no nos importa. Si seguimos siempre en lo mismo caeremos en una profunda monotonía. Nuestros sentimientos se volverán rutinarios. Y el aburrimiento terminará por sentenciar nuestra relación.

Hace mucho que no escribo por iniciativa propia. De no ser por la escuela no usaría libreta y lapiceros. Ya todo se hace en la computadora. Ya me estoy acostumbrando a usar el teclado en vez de un lápiz. No estoy para reflexionar si está bien o mal. Si la tecnología nos hará inútiles y terminaremos autodestruyéndonos. Todo esto suena muy complicado cuando tengo que pensar en las cosas que le escribiré a Andrea. Ya quiero verla. Solo sus fotografías me salvan, me alivian, calman mi corazón acelerado.

Tengo un trabajo difícil. Pequeños detalles que no quiero tirar a la basura y prefiero archivar. Este semestre se fue muy rápido. Los apuntes de mercadotecnia ya nos los ocupare el próximo curso. Voy a leer a Isabel Allende. Después… no sé, lo elegiré al azar, tengo mucho que leer. Tengo muchas cosas que hacer, espero que el verano sea tiempo suficiente.

La verdad lo he pensado, no sé cuando es el momento oportuno para decírselo, quizá no hay momento adecuado. Cualquier momento es buen momento. Al menos se que no en este año ni el próximo. Tal vez dentro de tres. Aun falta que terminemos la escuela, que encontremos trabajo y un lugar dónde vivir. Quizá nuestros padres nos faciliten algunas cosas, pero en teoría, los dos tenemos que hacer nuestra vida.

En cierta parte, me aterra. Solo ella y yo. En nuestras manos estará el futuro de los dos. Aun así se que será una experiencia maravillosa. Algo que quiero vivir. Mi mente empieza a divagar e idealizar algunas cosas. Pero en todas las escenas que pasan por mi mente hay un común denominador: nuestra felicidad.

Quiero perderme en estos pensamientos. Quiero vivirlos. En un impulso abandono todo para estar con Andrea, sin embargo hay que aquietar el corazón pues no solo las emociones están involucradas. Se necesita un poco de planeación que conjugado con el amor no raya en la perfección pero si en algo que se le parece.

No puedo esperar hasta la tarde. Es algo insoportable. No debí pensar y dejar de concentrarme en las cosas que tengo pendientes. Ahora parece que hay mucha luz en la habitación, hasta las canciones tristes suenan mejor y parece que el sol le ha ganado la batalla a las nubes. Tengo que apurarme, amor mío, nos veremos por la tarde.

lunes, 12 de septiembre de 2011

To Claudia.

Veintidós de julio.

Dos mil once.

Nueve treinta y cinco de la mañana.

Aún recuerdo la conversación que tuve con Claudia el día de ayer. Pocas veces me habla en el chat, la excepción se dio hace quince horas. Me preguntó específicamente por mi tesis y me recomendó que la terminara lo más pronto posible. Dice que al estar titulado, las puertas se me van a abrir.

En realidad no escribo por lo que platicamos el día de ayer. Sino por la rapidez con la que conversamos. Y a decir verdad no escribo para recordar los años que estuvimos en la universidad y hacer remembranzas de nuestra amistad. No, en realidad escribo por otra cosa. Sé que estoy escogiendo el medio menos adecuado para hablar de mis sentimientos. Pero sé que cualquier otro medio no me funcionaría. En realidad ya no me da pavor que miles de personas sepan lo que realmente sentí por Claudia. Porque a decir verdad, este blog tiene muy pocas visitas, solo se enterará quien entre a esta página. Es un poco irónico que a pesar de confesar mis sentimientos por Claudia en una página de internet donde millones de personas tienen acceso, realmente nadie sabe quién soy yo y quien es ella.

Sucedió en el dos mi cuatro, cuando la conocí. Fue de manera instantánea, solo la vi y me gustó mucho. Ese mismo día solo que dos horas después me di cuenta que tenía novio. En ese lapso de tres días supe que estaríamos en el mismo grupo.

En una ocasión que en realidad no recuerdo que estábamos haciendo, pero que yo supongo que era tarea, Claudia empezó a platicar conmigo. Desde entonces nos empezamos a llevar.

Puedo dar muchos detalles de todo lo acontecido en ese semestre y en el año siguiente, pero en realidad quiero ubicarme en el 2006, diciembre, cuando ella y yo nos llevábamos mucho. Claudia había terminado con su novio aproximadamente cuatro meses antes. El semestre sufrió interrupciones por causas ajenas a la facultad. Del mundo exterior no recuerdo quien fue el campeón del torneo apertura, que estrenos hubo en el cine y la literatura. Solo sé que en el último mes de ese año no hacia otra cosa más que pensar en Claudia. Recuerdo que no sabía exactamente lo que me estaba ocurriendo. En alguna ocasión ella me había dicho que el amor solo se siente. Y la verdad yo no sentía nada cuando estaba con ella, al menos eso creía. Entonces, como según yo no sentía nada, solo se me ocurrió una cosa en forma de pregunta. Y esto resumía de gran manera lo que yo quería con ella.

El semestre estaba por terminar. No quería que se enterara nadie del grupo lo que iba a hacer, por lo cual pensé que sería mejor una vez estando de vacaciones. Se me ocurrió invitarla al cine, para después decirle lo que quería. Algo así, ya no recuerdo el orden exacto de mis pensamientos.

Llegué a pensar que si le pedía a Claudia que fuera mi novia y si la respuesta era favorable o no, nuestra amistad no acabaría. Quizá me hubiera alejado de ella un tiempo si me decía que no. En realidad no tenía nada que perder.

Fue sábado.

Teníamos tarea en equipo, no recuerdo de que materia.

Fui el primero en llegar.

Y entonces Claudia me conto lo que sucedió un día antes.

Me rompió el corazón.

Lo demás no recuerdo como sucedió. Llegaron los demás del equipo, no sé qué hicimos. La tarea paso a segundo término. Al final trate de quedarme solo con ella. Aunque quizá ya era demasiado tarde. Lo hubiera dicho antes, no ya que me había contado algo que hubiera preferido no escuchar. Llegué a pensar que lo mejor era callar porque si lo decía era como dar patadas de ahogado.

Estuve triste esos días. Muy triste. María me había prestado la película de Pulp Fiction la cual vi y me ayudó a olvidar mi tristeza por un momento.

Por cierto, María supo de esto. Manuel supo algo también. Y en menor proporción Hugo y Julio también se enteraron. Mucho tiempo después le conté a Liz…a medias. No fue por mala onda o porque no le tengo confianza, fue porque ella también era del grupo. Y yo sigo teniendo algunas telarañas mentales que no me puedo quitar.

Confieso que esta semana vi 500 días con ella y recordé a Claudia. Pensé en escribirle. “Esta semana vi 500 días con ella. Me acordé de ti. Esto porque en una ocasión escribí algo que te di a leer y que tu subrayaste. Algo de eso mencionan en la película. Además de que al terminar la película me quedo una sensación de que ya logro entender algunas cosas que antes no. Saludos.”

Ella es Summer. Yo soy Tom.

Si es cuestión de confesar, como dice Shakira en una canción, en este momento estoy bien. Si veo a Claudia no pasa nada. Si llegara a convivir con ella, quizá me enamore, otra vez.

Alguien se enterará. Así pasa. Tal como ayer que Liz y José estaban en la cancha, si yo no les avise. A lo mejor fue casualidad encontrarlos. De la misma manera alguien que me conoce o que conoce a Claudia encontrara este texto por casualidad.

Once veintiuno.
Fin.

lunes, 10 de enero de 2011

Mis pensamientos son para ti.

Estoy en blanco. Por primera vez en mi vida no sé qué decir. Mis pensamientos pasan con relativa tranquilidad por mi mente, pero no los puedo escribir. Tu nombre pasa por mi memoria y te imagino. Me gustaría verte. Me gustaría que me dijeras en que he cambiado. Porque desde la última vez que nos vimos a la fecha ya no soy el mismo. Y por eso necesito que me digas si así estoy mejor. O he de volver a ser el de antes. Extraño tu mirada y ese gesto que me mata. Quiero escuchar tu voz. Sentarme frente a ti y platicar por muchas horas. Lo bueno de estar en blanco es que tu estas ahí. Ojala que siempre estés en mi mente y en mi corazón y a mi lado. Ojala que siempre podamos ver cada atardecer – perdóname la cursilería – tomados de la mano. Ojala la vida fuera de otra manera. Ojala siempre pudiera estar atado a tus caderas.

El sol empieza a caer. Y me vienen más y más recuerdos. Me siento como si fuera niño de nuevo. Todo me sorprende, todo me alegra. Estas son las cosas que valen la pena. Por eso necesito que estés aquí para sentirme pleno. Es todo lo que pido. Es lo único que me falta ¿Por qué la distancia nos separa?

Miro el reloj. Es hora de abandonar este sillón. La calle me espera.