miércoles, 10 de mayo de 2017

Estancamiento

-    No tienes nada, ¿verdad?
-    No.
-    ¿Qué vas a hacer?
-    Es lo que estoy pensando.
-    ¿Lo vas a posponer?
-    No. ¿Te acuerdas de la historia que te conté?
-    ¿Cuál?
-    La de las hermanas.
-    Ah, sí. Que se conocen en la adolescencia, pero no sabían que son hermanas.
-    ¡Exacto!
-    Es buena, me gusta. Pero luego piensas mucho en la originalidad y la verdad esa se parece a la película de Disney.
-    Si, es cierto. La única diferencia es que aquí ambas tienen a sus padres.
-    Si. ¿Qué vas a hacer?
-    Hablar de ti, como siempre.
-    Y que vas a decir de mí.
-    Que eres hermosa, maravillosa, inteligente, el amor de mi vida, mi ángel, amable, benevolente, bella, linda, preciosa, encantadora, atractiva…

Otra vez, la misma escena. Lo mismo de siempre. La misma rutina. Despertar, darse un baño, desayunar, caminar al trabajo, trabajar, salir a comer, trabajar, salir del trabajo, regresar a casa, cenar algo y dormir. Al otro día, lo mismo. Casi como un robot. No hacer nada más que lo establecido. No pensar más de lo normal. No salir a pasear, no leer un libro, no reunirse con nadie, no disfrutar la vida, no tener propósitos. Prácticamente estar muerto en vida.

-    Te faltó trabajadora, dedicada, estudiosa, conocedora, ingeniosa, comprensiva.
-    No había terminado.
-    Y si vas a hablar de mí, mínimo, escríbeme un libro.
-    Eso sí.
-    ¿Cuándo lo empiezas a escribir?
-    Primero tengo que definir la historia, porque mucho de ti ya está escrito en mi autobiografía.
-    ¿Cómo vas con eso?
-    Bien. Avanzo a pasos agigantados.

Y al otro día lo mismo. Y así pasa el tiempo. Y así se pasa la vida, que cuando se dé cuenta ya no habrá tiempo para nada más. Y el arrepentimiento aparecerá. Y será demasiado tarde para actuar.

-    ¿Qué vamos a hacer más tarde?
-    ¿Recuerdas la historia de la mujer que está enamorada de alguien que ella no cree conocer?
-    ¿Y lo veía todos los días, pero no sabía que era él?
-    Si.
-    Que tiene esa historia.
-    No, nada. Me acordé de ella nada más. Y respecto a tu pregunta, te respondo con otra pregunta, ¿quieres salir?
-    Sí, quiero comprar unas cosas.
-    Pues entonces más tarde salimos.
-     Apúrate nada más.
-    No te preocupes, tengo suficiente tiempo para pensar y para escribir.
-    ¿Ya sabes que vas a hacer?