jueves, 10 de noviembre de 2011

Escribir.

No soy escritor de diez de la mañana a seis de la tarde. Este tiempo lo ocupo para cualquier otra cosa, excepto para escribir. Estudiar, bailar, jugar, viajar, pero menos escribir. Lo anoto varias veces para que quede bien claro. Mis mejores textos salen por la mañana o en el transcurso de la tarde. Ni que decir de cuando escribo por la noche mientras la luna y las estrellas me inspiran.

Corrijo. No soy escritor sino escucho música. Mientras una canción este sonado de fondo puedo escribir sin importar el horario. Eso sí, el mejor periodo para redactar unas líneas es de agosto a febrero. Pasado ese tiempo me cuesta un poco más de trabajo y en realidad ocupo ese tiempo para hacer otras cosas: estudiar, bailar, jugar, viajar y de vez en cuando escribir.

Es obvio. Todo lo que escribo en el periodo de agosto a febrero, en la noche mientras escucho música sale con una facilidad increíble. Últimamente he estado escribiendo mucho. No todo lo que escribo me gusta y mucho menos para mostrar a los demás. Si escribo es para practicar. Así como un jugador de futbol se la puede pasar tirando a gol una y otra vez en los entrenamientos, así como un pintor se la pasa haciendo varios cuadros, así como un enamorado ensaya unas breves líneas para su amada, así como un músico ensaya una canción y así puedo enumerar muchos ejemplos más.

Es verdad que a toda persona que me gusta le he escrito algo. Y también es verdad que solo a dos mujeres (mis grandes amores) nunca les he podido escribir. No de manera cursi. No mostrando mi amor. Aunque a las dos les escribí dando indicios de mis sentimientos. Con la última compartí más cosas. Con la primera descubrí todos los síntomas de estar enamorado según la revista juventud. No sé a quién quise más. Aun no se puede medir el amor. Nunca hay vencedor aunque el dolor nos da la sensación de sentirnos derrotados.

Y ahora escribo para calmar mis demonios existenciales. Y por terapia. Me siento mejor después de escribir algo. Una sensación de alivio me invade. Leo mucho. Veo mucho cine. Camino por las calles. Viajo a los poblados vecinos. Visito las zonas arqueológicas. Y sueño con los ojos abiertos. De vez en cuando veo pasar el amor pero cuando lo trato de alcanzar ya lo perdí de vista.

He aprendido mucho de la soledad. No es mala, no hace daño. Pero ya me he instalado de tal manera que no puedo salir. Me sienta bien y me acomoda tanto que me da temor abandonarla. Y escribo sobre eso. Ya hice una lista de los pros y contras. Vivir en compañía tiene más a favor. He pensado mucho en esto. También es por eso que siempre voy con Leticia (la cajera de la ventanilla tres de Bancomer) a cambiar un billete o con cualquier otro pretexto.