No hago más que mirar el sol
en la pared. Generalmente viajo con María, pero ella se regresó antes porque mi
suegra se puso un poco mal. Afortunadamente ya está bien. Mañana veré a María.
Aun no se si quedarme con ella o ir solo a Puerto Vallarta. Es extraño estar
solo, viajar solo. Desde hace años vamos juntos a todos lados y en especial
este viaje. Tal vez es la época del año por eso me siento así. Lo mejor será
que me quede con ella. No tengo ni porque pensar en esa decisión. El vuelo esta
retrasado. Los aeropuertos son un caos. Viajar solo se presta para compartir
algunas palabras con personas desconocidas. Supongo que la gente al verme escribiendo
en una libreta no quiere interrumpirme. Mas bien nadie se ha sentado cerca de
mí. Seguramente en el vuelo platicaré con alguien. Cuando viajo solo siempre
platico con alguien. En una ocasión platique con una señora, mas bien ella me
empezó a contar su vida. Yo nada mas la escuché. Creo que era todo lo que
necesitaba. Viajar se presta para hacer amigos. He hecho unos cuantos de esta
manera. Cuando María y yo fuimos a Durango conocimos a un matrimonio en nuestro
recorrido. Hasta la fecha seguimos en contacto.
El otro día me sentí viejo. Es
un poco extraño esto de la edad. Hay un momento en que eres joven. Hay otro en
el que no eres tan joven, pero te sientes así.
Llega otro punto en el que no eres joven y tu único consuelo es decir
que tu alma es joven, la piel es la que se arruga. Y luego llega otro momento,
el que me llego a mi hace unos días, en el que ya me sentí viejo.
Afortunadamente he hecho cosas buenas y desde que estoy con María he mejorado
como persona. Quisiera decir que dejo un mejor mundo que como lo encontré, pero
solo aporté un granito de arena en este inmenso desierto.
Ayer hablé con María
Guadalupe, el otro amor de mi vida. La veré hasta navidad. Como si el tiempo no
pasara lo suficientemente rápido. No hay tiempo para más. Tengo que abordar el avión.