sábado, 10 de noviembre de 2012

De frente a la nada


Tiene basura sobre su escritorio, cama y en el suelo. La ropa sucia esta por todos lados, la cama distendida y los libros, revistas, papeles, carpetas, cables y dispositivos electrónicos por doquier. Sobre un sillón esta su laptop, es el único objeto que más o menos se localiza con facilidad. El pequeño Larousse ilustrado 2008 sirve de tapete al mouse. No ha hecho aseo en dos semanas y por la actitud que tiene va a llegar el año nuevo y el seguirá viviendo entre basura.

La mayor parte del día se la pasa acostado en su cama, en el sillón o en el piso. Solo se levanta para ir  a comer o al baño. Hoy cumple seis días sin bañarse, el pretexto puede ser el frío, sin embargo es el resultado de tantos días de inactividad. Nadie le llama al teléfono, apagó su celular y navega en Internet. De vez en cuando mira pornografía.

Su rostro denota tristeza, desesperación, ira, dolor, frustración, miedo, resignación, enojo, rencor, apatía, todo a la vez. Ayer trajo seis cervezas que se tomó escuchando música variada a todo volumen. Durmió en el suelo, con la ropa puesta y entre periódicos viejos. Al despertar encendió su computadora, reviso su correspondencia, vio unas fotos, puso música y empezó a escribir. Sus ideas no son claras, pero está escribiendo sin parar.

Se llama Jorge, no tiene hermanos y sus padres viven a cien kilómetros de ahí, por lo cual todavía tiene quince días para seguir así antes de que su madre lo busque. Cada sábado le marca al celular. Jorge nunca le dio a su madre el número de su casa. El papa de Jorge le dice a su esposa que no se preocupe, que así es el, que pronto le marcará. Su madre se tranquiliza un poco, esperando que nada malo le esté pasando.

Jorge tiene 27 años, recientemente perdió su empleo y terminó con su novia. El mundo se le vino encima en un día. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué no la va a buscar? Solo sé que perdió su empleo porque hubo un recorte de personal. Le dieron su liquidación y al salir de ahí, le llamo su novia. Minutos después se vieron en el parque del centro y ahí estuvieron platicando (¿o discutiendo?) una hora. Cada quien regreso a su casa solo y desde entonces Jorge no sale, más que a comprar a la tienda de la esquina.

Hasta hace un par de semanas Jorge tenía muchos proyectos por realizar. Tiene un borrador muy avanzado de su primera novela, un guion cinematográfico y una muy buena idea para crear una empresa. Además, le iba a proponer matrimonio a Martha, su novia. ¿Cómo se puede acabar todo en un día, en una hora, en un minuto, en un segundo?

Jorge empieza a hablar solo. Camina de un lado a otro y da explicaciones a sí mismo. Se mira al espejo y hace caras y gestos como si estuviera frente a otra persona. Lleva media hora hablando, ha tocado varios temas que van desde religión, política, desamor, economía, sociedad y la vida. Todo lo que dice es ficticio, no da nombres reales, no menciona a su familia, amigos, vecinos, es como si estuviera hablando de otro mundo.

Quisiera decirles que un día Jorge se despertó de entre todo su tiradero y se puso a hacer ejercicio: cien sentadillas, cincuenta abdominales, cincuenta lagartijas y setenta y cinco flexiones. Empezó a separar la basura de su ropa, acomodó sus papeles, ordenó sus libros y arregló todo. Miro su habitación y quedo satisfecho con el resultado, tomó asiento y descansó un rato. Después de quince minutos se metió a bañar, se afeitó y se vistió. Después desayuno y salió a la calle. Al regresar trajo en una bolsa su despensa y en otra bolsa, artículos que necesita  para seguir con sus proyectos.

Con el paso del tiempo le pone punto final a su novela, termina su carpeta de proyecto de la creación de una empresa y su guion es aceptado por un director de cine para filmarlo. Arregla los problemas con su novia y viven felices.

Sin embargo, un día antes de que se cumpla el plazo para que su madre lo vaya a buscar, Jorge se levanta después de pasar la noche durmiendo en el suelo, se pasa al sillón donde piensa por espacio de cinco minutos hasta que finalmente se levanta y se mete a bañar. Al regresar, enciende su celular y le habla a su madre y le dice que está bien, no da explicaciones y repite una y otra vez: estoy bien.

Se pasa la mano por el cabello, se agarra la cabeza, se toca la oreja, la cara, la boca, la barbilla y suspira. Piensa por un momento, parece que va a ordenar su habitación, pero se acuesta en su cama mirando el techo. En el momento menos esperado está durmiendo de nuevo.