Tiene basura sobre su
escritorio, cama y en el suelo. La ropa sucia esta por todos lados, la cama
distendida y los libros, revistas, papeles, carpetas, cables y dispositivos
electrónicos por doquier. Sobre un sillón esta su laptop, es el único objeto
que más o menos se localiza con facilidad. El pequeño Larousse ilustrado 2008
sirve de tapete al mouse. No ha hecho aseo en dos semanas y por la actitud que
tiene va a llegar el año nuevo y el seguirá viviendo entre basura.
La mayor parte del
día se la pasa acostado en su cama, en el sillón o en el piso. Solo se levanta
para ir a comer o al baño. Hoy cumple
seis días sin bañarse, el pretexto puede ser el frío, sin embargo es el
resultado de tantos días de inactividad. Nadie le llama al teléfono, apagó su
celular y navega en Internet. De vez en cuando mira pornografía.
Su rostro denota
tristeza, desesperación, ira, dolor, frustración, miedo, resignación, enojo,
rencor, apatía, todo a la vez. Ayer trajo seis cervezas que se tomó escuchando
música variada a todo volumen. Durmió en el suelo, con la ropa puesta y entre
periódicos viejos. Al despertar encendió su computadora, reviso su
correspondencia, vio unas fotos, puso música y empezó a escribir. Sus ideas no
son claras, pero está escribiendo sin parar.
Se llama Jorge, no
tiene hermanos y sus padres viven a cien kilómetros de ahí, por lo cual todavía
tiene quince días para seguir así antes de que su madre lo busque. Cada sábado
le marca al celular. Jorge nunca le dio a su madre el número de su casa. El
papa de Jorge le dice a su esposa que no se preocupe, que así es el, que pronto
le marcará. Su madre se tranquiliza un poco, esperando que nada malo le esté
pasando.
Jorge tiene 27 años,
recientemente perdió su empleo y terminó con su novia. El mundo se le vino
encima en un día. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué no la va a buscar? Solo sé que
perdió su empleo porque hubo un recorte de personal. Le dieron su liquidación y
al salir de ahí, le llamo su novia. Minutos después se vieron en el parque del
centro y ahí estuvieron platicando (¿o discutiendo?) una hora. Cada quien
regreso a su casa solo y desde entonces Jorge no sale, más que a comprar a la
tienda de la esquina.
Hasta hace un par de
semanas Jorge tenía muchos proyectos por realizar. Tiene un borrador muy
avanzado de su primera novela, un guion cinematográfico y una muy buena idea
para crear una empresa. Además, le iba a proponer matrimonio a Martha, su
novia. ¿Cómo se puede acabar todo en un día, en una hora, en un minuto, en un
segundo?
Jorge empieza a
hablar solo. Camina de un lado a otro y da explicaciones a sí mismo. Se mira al
espejo y hace caras y gestos como si estuviera frente a otra persona. Lleva
media hora hablando, ha tocado varios temas que van desde religión, política,
desamor, economía, sociedad y la vida. Todo lo que dice es ficticio, no da
nombres reales, no menciona a su familia, amigos, vecinos, es como si estuviera
hablando de otro mundo.
Quisiera decirles que
un día Jorge se despertó de entre todo su tiradero y se puso a hacer ejercicio:
cien sentadillas, cincuenta abdominales, cincuenta lagartijas y setenta y cinco
flexiones. Empezó a separar la basura de su ropa, acomodó sus papeles, ordenó
sus libros y arregló todo. Miro su habitación y quedo satisfecho con el resultado,
tomó asiento y descansó un rato. Después de quince minutos se metió a bañar, se
afeitó y se vistió. Después desayuno y salió a la calle. Al regresar trajo en
una bolsa su despensa y en otra bolsa, artículos que necesita para seguir con sus proyectos.
Con el paso del
tiempo le pone punto final a su novela, termina su carpeta de proyecto de la
creación de una empresa y su guion es aceptado por un director de cine para
filmarlo. Arregla los problemas con su novia y viven felices.
Sin embargo, un día
antes de que se cumpla el plazo para que su madre lo vaya a buscar, Jorge se
levanta después de pasar la noche durmiendo en el suelo, se pasa al sillón
donde piensa por espacio de cinco minutos hasta que finalmente se levanta y se
mete a bañar. Al regresar, enciende su celular y le habla a su madre y le dice
que está bien, no da explicaciones y repite una y otra vez: estoy bien.
Se pasa la mano por
el cabello, se agarra la cabeza, se toca la oreja, la cara, la boca, la
barbilla y suspira. Piensa por un momento, parece que va a ordenar su
habitación, pero se acuesta en su cama mirando el techo. En el momento menos
esperado está durmiendo de nuevo.