martes, 10 de abril de 2012

Un día normal.

Carlos se levanta sin ayuda del despertador. Se mete a bañar por espacio de quince minutos y al salir ya tiene la ropa que se pondrá. Siempre la elije desde el día anterior. Esta costumbre la adquirió en la secundaria y la sigue practicando hasta la fecha. Carlos se mete a la cocina, se hace un jugo de naranja, pone unos panes en el tostador, saca la mermelada de fresa y se prepara unos huevos con tocino. Al terminar lava los platos y va al baño a cepillarse. Toma su portafolio, le pone la alarma a su casa y se sube a su auto. De aquí es obvio que conduce al trabajo, llega, deja su auto en el estacionamiento y sube las escaleras.

Nunca le ha gustado ir en elevador, siempre prefiere ir por las escaleras hasta el quinto piso. Claro que cuando no cuenta con mucho tiempo o su acompañante lo ocupa, entra. De lo contrario siempre camina. Por lo general es el primero en llegar y como gerente del departamento de cobranza tiene que hacerlo para poner el ejemplo. Tiene a su cargo cinco personas y lleva dos años siete meses y trece días ocupando el puesto. No le fue difícil llegar hasta ahí pues su buena memoria e intuición junto con sus conocimientos le dieron el puesto al año de haber entrado a laborar.

Carlos tiene veintiséis años, viene de una familia de  clase media. Tiene dos hermanos, Carolina y Alberto a los cuales ve poco desde que entro a la Universidad. A sus padres, Carlos y Ana los ve en cada periodo vacacional. De alguna manera Carlos está haciendo lo que le gusta, sin embargo siente que algo le falta. Pero esto solo lo piensa cuando está solo, casi no se lo dice a nadie y en compañía de otras personas es alegre y parece que nada le falta.

Hace un par de meses terminó su relación con Alma. Quedaron en buenos términos y de vez en cuando se hablan por teléfono, pero ninguno de los dos da señales de querer regresar. Alma escribe y pinta aunque su verdadera actividad es organizar eventos. Este fue el motivo de su separación pues los dos estaban sumergidos en sus actividades dándole poco o ningún espacio a su relación. Desde su separación, Carlos escribe mucho. Lleva ya setenta y ocho páginas de una libreta de cien hojas.

En la oficina todo trascurre normal. Es un día con mucha calma. Carlos tiene un horario de nueve de la mañana a dos de la tarde. A esta hora sale a comer y si el tiempo se lo permite da una vuelta por un parque cercano, lee o va a algún otro lugar. Regresa a las cuatro de la tarde y se está ahí hasta las ocho de la noche. Si, en ocasiones tiene que arreglar algunos asuntos fuera de la oficina, pero por lo general pasa la mayor parte del tiempo en esta.

Poco antes de las ocho, Carlos revisa que no haya nada pendiente, ordena sus papeles, prepara el día de mañana, apaga su computadora y sale de su oficina. Camina hasta el estacionamiento, a su paso saluda a algunas personas, se sube a su coche y conduce a su casa.

Al llegar deja el portafolio en el lugar de costumbre, se acuesta en el sillón y prende la televisión. Después de un rato va a la cocina a prepararse algo y regresa al sillón. Más tarde se levanta de ahí, coge su libreta y empieza a escribir. Cuando termina se mete al baño y después se cepilla. Se pone su pijama y se sienta al borde de su cama. Mira el reloj, abre el cajón y saca una vieja foto de Alma y el. La observa por un instante y la guarda de nuevo.