Carlos se levanta sin
ayuda del despertador. Se mete a bañar por espacio de quince minutos y al salir
ya tiene la ropa que se pondrá. Siempre la elije desde el día anterior. Esta
costumbre la adquirió en la secundaria y la sigue practicando hasta la fecha.
Carlos se mete a la cocina, se hace un jugo de naranja, pone unos panes en el
tostador, saca la mermelada de fresa y se prepara unos huevos con tocino. Al
terminar lava los platos y va al baño a cepillarse. Toma su portafolio, le pone
la alarma a su casa y se sube a su auto. De aquí es obvio que conduce al
trabajo, llega, deja su auto en el estacionamiento y sube las escaleras.
Nunca le ha gustado
ir en elevador, siempre prefiere ir por las escaleras hasta el quinto piso.
Claro que cuando no cuenta con mucho tiempo o su acompañante lo ocupa, entra.
De lo contrario siempre camina. Por lo general es el primero en llegar y como
gerente del departamento de cobranza tiene que hacerlo para poner el ejemplo.
Tiene a su cargo cinco personas y lleva dos años siete meses y trece días
ocupando el puesto. No le fue difícil llegar hasta ahí pues su buena memoria e
intuición junto con sus conocimientos le dieron el puesto al año de haber
entrado a laborar.
Carlos tiene
veintiséis años, viene de una familia de
clase media. Tiene dos hermanos, Carolina y Alberto a los cuales ve poco
desde que entro a la Universidad. A sus padres, Carlos y Ana los ve en cada
periodo vacacional. De alguna manera Carlos está haciendo lo que le gusta, sin
embargo siente que algo le falta. Pero esto solo lo piensa cuando está solo,
casi no se lo dice a nadie y en compañía de otras personas es alegre y parece
que nada le falta.
Hace un par de meses terminó su relación con Alma. Quedaron en buenos términos y de vez en cuando se hablan por teléfono, pero ninguno de los dos da señales de querer regresar. Alma escribe y pinta aunque su verdadera actividad es organizar eventos. Este fue el motivo de su separación pues los dos estaban sumergidos en sus actividades dándole poco o ningún espacio a su relación. Desde su separación, Carlos escribe mucho. Lleva ya setenta y ocho páginas de una libreta de cien hojas.
En la oficina todo trascurre normal. Es un día con mucha calma. Carlos tiene un horario de nueve de la mañana a dos de la tarde. A esta hora sale a comer y si el tiempo se lo permite da una vuelta por un parque cercano, lee o va a algún otro lugar. Regresa a las cuatro de la tarde y se está ahí hasta las ocho de la noche. Si, en ocasiones tiene que arreglar algunos asuntos fuera de la oficina, pero por lo general pasa la mayor parte del tiempo en esta.
Poco antes de las ocho, Carlos revisa que no haya nada pendiente, ordena sus papeles, prepara el día de mañana, apaga su computadora y sale de su oficina. Camina hasta el estacionamiento, a su paso saluda a algunas personas, se sube a su coche y conduce a su casa.
Al llegar deja el
portafolio en el lugar de costumbre, se acuesta en el sillón y prende la
televisión. Después de un rato va a la cocina a prepararse algo y regresa al
sillón. Más tarde se levanta de ahí, coge su libreta y empieza a escribir.
Cuando termina se mete al baño y después se cepilla. Se pone su pijama y se
sienta al borde de su cama. Mira el reloj, abre el cajón y saca una vieja foto
de Alma y el. La observa por un instante y la guarda de nuevo.