viernes, 10 de octubre de 2014

Atrapado sin salida

Las cosas cambiaron. Ahora el ambiente era optimista y muchos no se la creían. Les parecía más un sueño. Les asustaba que las cosas salieran bien, no sabían qué hacer. Extrañaban el caos, el odio, la soledad, el pesimismo y la ausencia de futuro. Buscaban formas de despertar de esta realidad, tanta esperanza no la podían soportar. Los más extremistas se empezaron a medicar, se producían el sueño para poder despertar. A los escépticos les llevo tiempo adaptarse. Finalmente, los demás seguían disfrutando todo, como si nunca hubiera cambiado nada.

No se ustedes, pero cuando supe de esto imaginaba que todo mundo actuaba como idiota. Siempre alegres, siempre amables, siempre con una sonrisa en el rostro. Pero no, todo era exactamente lo mismo salvo por una excepción: se respiraba tranquilidad. No podía tener pensamientos negativos por extraño que parezca. No por nada le apodaban “la ciudad mágica”. Tenía mis dudas que pensaba aclarar una vez estando ahí, pero al llegar me llamó la atención la arquitectura, la belleza de sus parques, la amabilidad de su gente, la cantidad de sitios interesantes y así me olvidé de mis interrogantes que salieron dos semanas después. Para entonces ya era demasiado tarde para que quisiera cambiar. Aun así lo intente sin éxito.

Si, era como estar en un sueño. Jamás me había sentido tan bien. Y si, dudaba que esto fuera real. Ya había escuchado que aquí se resolvían todos tus problemas, sin embargo, muy pocos venían a comprobarlo. Se instalaban en la ciudad, hacían sus actividades cotidianas y después de unos meses (o incluso años) regresaba a su ciudad de origen. De lo que se regresaban, la mitad conservaba su optimismo, la otra mitad lo perdía al regresar.

La decisión estaba en mis manos. Ser feliz para siempre, como en los cuentos de hadas y/o películas de Walt Disney, o vivir la vida como hasta hace algunas semanas. No había mucho que pensar, tenía la oportunidad de empezar una nueva vida. Y sin embargo, quería regresar a casa, ver a mis padres, a mis amigos, caminar por las calles que conozco. Temía mucho que si iba no pudiera regresar de nuevo. Caminé por la calle sin ir a ningún lugar, esperando encontrar una señal, esperando que algo me dijera que hacer, esperando poder tomar una decisión, esperando no sé qué. Y entonces la vi, estaba ahí, sentada en una banca.