Las
cosas cambiaron. Ahora el ambiente era optimista y muchos no se la creían. Les
parecía más un sueño. Les asustaba que las cosas salieran bien, no sabían qué
hacer. Extrañaban el caos, el odio, la soledad, el pesimismo y la ausencia de
futuro. Buscaban formas de despertar de esta realidad, tanta esperanza no la
podían soportar. Los más extremistas se empezaron a medicar, se producían el
sueño para poder despertar. A los escépticos les llevo tiempo adaptarse.
Finalmente, los demás seguían disfrutando todo, como si nunca hubiera cambiado
nada.
No
se ustedes, pero cuando supe de esto imaginaba que todo mundo actuaba como
idiota. Siempre alegres, siempre amables, siempre con una sonrisa en el rostro.
Pero no, todo era exactamente lo mismo salvo por una excepción: se respiraba
tranquilidad. No podía tener pensamientos negativos por extraño que parezca. No
por nada le apodaban “la ciudad mágica”. Tenía mis dudas que pensaba aclarar
una vez estando ahí, pero al llegar me llamó la atención la arquitectura, la
belleza de sus parques, la amabilidad de su gente, la cantidad de sitios
interesantes y así me olvidé de mis interrogantes que salieron dos semanas
después. Para entonces ya era demasiado tarde para que quisiera cambiar. Aun
así lo intente sin éxito.
Si,
era como estar en un sueño. Jamás me había sentido tan bien. Y si, dudaba que
esto fuera real. Ya había escuchado que aquí se resolvían todos tus problemas,
sin embargo, muy pocos venían a comprobarlo. Se instalaban en la ciudad, hacían
sus actividades cotidianas y después de unos meses (o incluso años) regresaba a
su ciudad de origen. De lo que se regresaban, la mitad conservaba su optimismo,
la otra mitad lo perdía al regresar.
La
decisión estaba en mis manos. Ser feliz para siempre, como en los cuentos de
hadas y/o películas de Walt Disney, o vivir la vida como hasta hace algunas
semanas. No había mucho que pensar, tenía la oportunidad de empezar una nueva
vida. Y sin embargo, quería regresar a casa, ver a mis padres, a mis amigos,
caminar por las calles que conozco. Temía mucho que si iba no pudiera regresar
de nuevo. Caminé por la calle sin ir a ningún lugar, esperando encontrar una
señal, esperando que algo me dijera que hacer, esperando poder tomar una
decisión, esperando no sé qué. Y entonces la vi, estaba ahí, sentada en una
banca.