sábado, 10 de agosto de 2013

Domingo

El rechazo es algo que no quiero volver a sentir. Por eso ahora hago las cosas solo, pero la verdad no es algo agradable. Es una mamada lo que estoy haciendo. La verdad quiero enamorarme, tener a alguien a quien escribirle, a quien ver, con quien salir. No me quiero poner cursi porque cuando lo hago rayo en la imbecilidad y creo que por eso sufro de más. Claro, no soy perfecto ni el hombre ideal, solo quiero ser el hombre ideal para una mujer. Si, definitivamente no es el mejor momento para escribir. También es cierto que oculto mis sentimientos, pero aquí dejo de hablar de ellos.

Ayer fue un día ajetreado. Me iba a despertar temprano para ir a correr y me dio flojera. Me levanté tarde, si. Me di una ducha y desayuné a eso de las diez de la mañana. Limpié mi habitación y terminé agotado. Tomé una siesta por espacio de una hora. Al despertar leí un poco y muchos recuerdos se presentaron. Estuve pensando en Gabriela. Incluso pensé en buscarla. Ese pensamiento estaba muy fuerte en mi mente cuando mi madre me habló para que le ayudara. Sacamos todos sus trastes para limpiar el lugar. Dijo que va a tirar algunos o los va a regalar porque ya nos los ocupa, pero terminó guardando de nuevo el ochenta por ciento. Quedó todo perfecto. Y ya que estábamos en eso, limpiamos la vitrina donde tiene la cristalería. Solo nos dimos un tiempo para comer y continuamos. Terminamos a las siete de la tarde.

Ni bien me senté un rato cuando sonó el timbre. Era Jorge, para que lo acompañara a casa de María porque se habían peleado. Últimamente lo han hecho mucho y la verdad ya no les veo futuro y así se lo dije. Sin embargo, el quiso ir a buscarla y lo acompañé. Le llevó serenata y no salió. El problema fue que ya nos íbamos cuando llegó María con Carlos, tomados de la mano. María se sorprendió y Jorge se acercó, la saludó y le dijo a que había ido. El momento fue incomodísimo para mí. Yo no sé que hubiera hecho si hubiera estado en el lugar de Jorge. Quizá me hubiera ido.

María le dijo que no era el momento de hablar y tenía razón. Jorge se empeño en que tenían que hablar y Carlos intervino. En ese momento me acerqué a Jorge y lo jalé. Me costó trabajo detenerlo. Los músicos me echaron la mano y lo sacamos de ahí. Insistió en que fuéramos por una chela y lo acompañe al bar “el desengaño”, ¡vaya nombre! Parece que todo conspiraba en contra de mi amigo. Obviamente se puso bien pedo y lo lleve a su casa. Sus padres ya sabían que no andaba muy bien con su novia y no les extraño que llegara en esas condiciones. Me agradecieron el que lo llevara. Eran como diez y media cuando salí de ahí.

Al llegar a casa no tenía sueño. Me acosté en mi cama y me puse a pensar en Jorge y María. Esos pensamientos me llevaron a pensar en mí. Estoy muy cómodo viviendo con mis padres. Ellos no me van a decir nada, pero tarde o temprano tengo que vivir solo. Existe también la posibilidad de que llegue a los 34 años y siga viviendo con ellos, finalmente no creo que me digan nada. No quiero vivir casado en casa de mis padres. Hay quienes lo hacen, pero yo no quiero hacerlo. Irremediablemente pensé en Gabriela. Fui yo el que no creí que lo nuestro podía ser eterno. Fui yo el cobarde. Una lágrima se asomo e inmediatamente la sequé con la manga de mi playera. Cogí una revista para leer y no pensar en eso. No sé en qué momento me dormí.