domingo, 10 de noviembre de 2013

Sábado y domingo

Imagino cosas que no son. Imagino que estamos en el mismo grupo de la primaria. Tú te sientas adelante y yo oscilo entre las bancas de en medio y atrás. Tus amigas son: Diana, Irma, María y Guadalupe. Mis amigos son: Julio, Francisco y Humberto. Y desde el día del desfile te veo bonita. Bueno, desde que entraste al salón. Quiero acercarme a ti para platicar y no sé qué decir. Tal vez preguntarte si hiciste la tarea. Tal vez pedirte un color. Tal vez entregarte un papelito. O quizá te regale una rosa. Alejarme de mis amigos a la hora de la salida también es una opción. Esperar a que salgas y seguirte hasta que te despidas de tus amigas. Sé que esto es ruin. Pero son las cosas que se me ocurren. Lo único que quiero es platicar contigo mientras tomamos un helado. Quizá descubras mi lado más tierno, ese que no le muestro a nadie. Quizá no deje de mirar tus ojos. Quizá nada de esto suceda. Estoy soñando despierto.

Otro día más de clases. Otro día que avanzo un lugar para estar atrás de ti. A mis amigos les voy a decir que me estoy sentando en un lugar diferente cada día. Claro, si es que me preguntan. Para el martes de la otra semana ya estaré atrás de ti. Al menos así te darás cuenta de mi existencia por si no has notado que estamos en el mismo salón. El amor debe ser delator. Las orejas se me deben poner rojas y debes interpretar esto como un sentimiento de amor. Y que solo lo sepas tú para que nadie se burle. A mis amigos los puedo agarrar a patadas, pero a las niñas no. Y ellas son las que más burla hacen.

El viernes casi te sigo. Me quedé en el salón y con una calma guardé mis libros y cuadernos. Así pude apartarme de mis amigos. Me fui por el otro lado, por los salones de sexto y de ahí di vuelta a la salida. Te esperé muy cerca de la puerta. No sé cuánto tiempo tardaste y finalmente apareciste con Guadalupe y María. Les di ventaja de diez segundos y finalmente salí. Sentí que todo mundo me estaba viendo, estaba nervioso. No sé ni que te iba a decir y al llegar a la esquina, tomé el rumbo a casa. Entonces encontré a Humberto que me preguntó en donde me había metido. Le dije que había ido al baño y al salir ya no los vi. Me dijo algo de unos juegos y otras cosas que no puse atención. Mi mente solo pensaba en ti.

Al llegar a casa quise hacer la tarea para tener todo el fin de semana libre, pero no podía dejar de pensar. Y así me la pase toda la tarde. Ayer por la mañana revisé mis libros y me puse a hacer la tarea. No era mucha, terminé pronto y me puse a ver televisión. Después de comer me habló Julio para ir a jugar fut. Llegué a las nueve a casa muy cansado. Claro, estuviste presente en mi mente todo el día. Hoy fui a misa por obligación y ayudé en los quehaceres. Desde mediodía estoy planeando lo que voy a decirte. Pensé en pedirle consejo a mi prima, pero de último minuto deseché esa posibilidad. En diciembre tenemos posada en el salón. Tal vez es un buen momento ahí, pero falta más de un mes. Seguirte no es del todo buena opción. María se despide de ti en independencia y de ahí caminas dos cuadras para llegar a tu casa. Seguramente iré con una cuadra de distancia y para cuando se despidan tendré que correr quedándome con una cuadra para platicar contigo. Es por eso que te escribí:

Hola Margarita. ¿Quieres ir por un helado al salir de clases? Subraya sí o no. Atentamente José.


Quedó bonita mi tarjeta. Ya la guardé en un sobre y te la voy a entregar mañana al llegar al salón. La idea es que voy a llegar temprano y asomarme si ya estás en el salón. Si es así entro y te la doy, sino perderé tiempo en la entrada y cuando te vea llegar iré detrás de ti con la distancia suficiente para que ya estés sentada y llegue frente a ti. No quiero pensar demasiado, solo quiero que ya sea lunes.