Imagino
cosas que no son. Imagino que estamos en el mismo grupo de la primaria. Tú te
sientas adelante y yo oscilo entre las bancas de en medio y atrás. Tus amigas
son: Diana, Irma, María y Guadalupe. Mis amigos son: Julio, Francisco y
Humberto. Y desde el día del desfile te veo bonita. Bueno, desde que entraste
al salón. Quiero acercarme a ti para platicar y no sé qué decir. Tal vez
preguntarte si hiciste la tarea. Tal vez pedirte un color. Tal vez entregarte
un papelito. O quizá te regale una rosa. Alejarme de mis amigos a la hora de la
salida también es una opción. Esperar a que salgas y seguirte hasta que te
despidas de tus amigas. Sé que esto es ruin. Pero son las cosas que se me
ocurren. Lo único que quiero es platicar contigo mientras tomamos un helado.
Quizá descubras mi lado más tierno, ese que no le muestro a nadie. Quizá no
deje de mirar tus ojos. Quizá nada de esto suceda. Estoy soñando despierto.
Otro día
más de clases. Otro día que avanzo un lugar para estar atrás de ti. A mis
amigos les voy a decir que me estoy sentando en un lugar diferente cada día.
Claro, si es que me preguntan. Para el martes de la otra semana ya estaré atrás
de ti. Al menos así te darás cuenta de mi existencia por si no has notado que
estamos en el mismo salón. El amor debe ser delator. Las orejas se me deben
poner rojas y debes interpretar esto como un sentimiento de amor. Y que solo lo
sepas tú para que nadie se burle. A mis amigos los puedo agarrar a patadas,
pero a las niñas no. Y ellas son las que más burla hacen.
El viernes
casi te sigo. Me quedé en el salón y con una calma guardé mis libros y
cuadernos. Así pude apartarme de mis amigos. Me fui por el otro lado, por los
salones de sexto y de ahí di vuelta a la salida. Te esperé muy cerca de la
puerta. No sé cuánto tiempo tardaste y finalmente apareciste con Guadalupe y
María. Les di ventaja de diez segundos y finalmente salí. Sentí que todo mundo
me estaba viendo, estaba nervioso. No sé ni que te iba a decir y al llegar a la
esquina, tomé el rumbo a casa. Entonces encontré a Humberto que me preguntó en
donde me había metido. Le dije que había ido al baño y al salir ya no los vi.
Me dijo algo de unos juegos y otras cosas que no puse atención. Mi mente solo
pensaba en ti.
Al llegar
a casa quise hacer la tarea para tener todo el fin de semana libre, pero no
podía dejar de pensar. Y así me la pase toda la tarde. Ayer por la mañana
revisé mis libros y me puse a hacer la tarea. No era mucha, terminé pronto y me
puse a ver televisión. Después de comer me habló Julio para ir a jugar fut.
Llegué a las nueve a casa muy cansado. Claro, estuviste presente en mi mente
todo el día. Hoy fui a misa por obligación y ayudé en los quehaceres. Desde
mediodía estoy planeando lo que voy a decirte. Pensé en pedirle consejo a mi
prima, pero de último minuto deseché esa posibilidad. En diciembre tenemos
posada en el salón. Tal vez es un buen momento ahí, pero falta más de un mes.
Seguirte no es del todo buena opción. María se despide de ti en independencia y
de ahí caminas dos cuadras para llegar a tu casa. Seguramente iré con una
cuadra de distancia y para cuando se despidan tendré que correr quedándome con
una cuadra para platicar contigo. Es por eso que te escribí:
Hola
Margarita. ¿Quieres ir por un helado al salir de clases? Subraya sí o no.
Atentamente José.
Quedó
bonita mi tarjeta. Ya la guardé en un sobre y te la voy a entregar mañana al
llegar al salón. La idea es que voy a llegar temprano y asomarme si ya estás en
el salón. Si es así entro y te la doy, sino perderé tiempo en la entrada y
cuando te vea llegar iré detrás de ti con la distancia suficiente para que ya
estés sentada y llegue frente a ti. No quiero pensar demasiado, solo quiero que
ya sea lunes.