jueves, 10 de marzo de 2016

Pueblo chico

La señora N engañó a su esposo. La noticia no hubiera cobrado mayor relevancia de no ser porque esta ciudad es muy pequeña. No recuerdo desde cuando el lugar donde vivo es una ciudad, sin embargo y a pesar de sus 15 mil habitantes, sigue siendo un pueblo. Si esto mismo sucediera en una ciudad como Guadalajara, Monterrey o el Distrito Federal (que ahora se llama ciudad de México), la noticia solo hubiera sido relevante para la familia, la cuadra, incluso para la colonia donde vive la señora y de ahí, a nadie más le hubiera importado. Pero no es el caso y todo mundo se enteró que la señora N engañó a su marido.

Cualquier engaño en esta ciudad es escandaloso. Y este lo fue más por dos razones. La primera de ellas se debe a que la señora N tiene 45 años y a pesar de ser joven aun, la etiqueta de señora, casada, con tres hijos, lo hace políticamente incorrecto, moralmente incorrecto. Se tiene tolerancia cuando sucede entre jóvenes. De 30 a 35 años es “normal”. Pero cuando quien engaña supera esta edad, las personas juzgan como si el mismo diablo fuera quien perpetró la infidelidad. La segunda razón se debió a que es mujer. En un hombre es “normal”, pero criticado de cualquier forma. ¿Pero una mujer? Eso no está bien visto, no en el lugar donde vivo.

De cualquier manera está mal, se trate de una mujer o un hombre. No hay necesidad de llegar a eso. Engañar es engañarse a sí mismo. Es autodestruirse. Si algo está mal en la relación la tiene que rescatar los dos involucrados. Si no se puede y no hay más remedio que separase, el divorcio será inevitable. Entonces puede conocer a alguien más o seguir en soledad. Pero involucrarse con alguien más estando casado, está mal, sin importar si es el hombre o la mujer quien engaña.

¿Por qué estoy pensando en esto? Ni si quiera me consta que la señora N engañó a su marido. Solo es una noticia que anda circulando de boca en boca. La señora N y su marido siguen (o al menos así lo veo) igual que siempre. Las apariencias engañan, probablemente. Pero la verdad a mí ni me beneficia ni me afecta la relación de la señora N., me dejé llevar por lo que dice la gente. Quizá si tengan razón o quizá la vieron platicar con alguien y por el simple hecho de platicar con una persona ya está engañando a su marido. De cualquier forma, ya no debo pensar en esto. Ya gasté mi tiempo en algo que no es de mi incumbencia. Supongo que el chisme es inherente al ser humano. Como sea, mejor voy a ver que están pasando en la televisión.