Parece 2006. Bien puede ser
una época de mi infancia que no recuerdo del todo, allá por 1994. Cuando
escribo no se en que año estoy, ni en qué día, ni qué hora es. Últimamente me
pasa mucho. Empiezo a escribir y me sigo con una facilidad que nunca había
tenido. Hay muchas historias en mi mente. Escribo cada una de ellas. En la
radio suena una canción. Una canción que solía escuchar cuando iba en la
secundaria. He estado pensando en mi autobiografía. Debo escribirla. Es hora de
que el mundo conozca cosas de mí que solo mi familia y amigos saben. En realidad,
no hay mucho que decir. No voy a adornar nada. Las cosas como son. No puedo
creer que Isabel se va a vivir a Italia. Ahora si me siento viejo. Nunca quise
ser pesimista en mis letras. Soy buen pesimista. Hubiera tenido más lectores de
haber seguido esa línea. En cambio, preferí que me compararan con Paulo Coelho.
Preferí la felicidad a mi manera. Una casa, una esposa, tres hijos. Un
escritorio pequeño y uno grande. Un sillón para leer. Salir a correr en las
mañanas. Sentarme en el parque de vez en cuando. Aislarme del mundo un fin de
semana si, tres no. Y escribir. Escribir hasta que anochezca.
Escucho música. Me gusta
mucho. Manejar y escuchar música es una gran combinación. Recuerdo que cuando
mis hijos eran pequeños fuimos de vacaciones a Ensenada. Se me ocurrió rentar
un auto y dar algunos paseos en coche. La mejor vista la obtuvimos del mirador
Rosario a Ensenada. Íbamos escuchando Sharon Van Etten. En un momento dado lo
único que quería era ver el paisaje. Dejar de manejar y que le salieran alas al
coche. No puedo creer que ya pasaron varios años. Ya estoy más para acá que
para allá, como decían hace mucho tiempo. Pronto llegará el otoño. María y yo
regresaremos a México el próximo mes. Queremos pasar noviembre en casa.