Cristina me dijo que
disfrutara mi soledad. Y eso hago. Voy al cine solo, me siento en la banca de
un parque, leo un libro por horas sin que nadie me moleste, camino por las
calles sin rumbo fijo, sin un horario, todo bien. Solo que hoy… sentí ganas de
parar, sentí ganas de ser dos, dice una canción de monocordio. Finalmente algún
día voy a tener que compartir mi vida, eso quiero. Si, tal vez mi educación
sentimental se la debo a las telenovelas y la exposición temprana de música pop
y revistas cursis de mis hermanas, pero finalmente todos, o la gran mayoría,
siempre buscamos una pareja.
Mis padres, claro
ejemplo. Mis tíos, primos, mi hermana Rebeca y demás familiares. Todos son una
muestra de que tarde o temprano habré de casarme. Pero no pienso en eso por el
momento. Bueno, si lo pienso. Sobre todo porque vi a alguien hace un par de
días. No es que quiera casarme con ella, ni siquiera se su nombre, donde vive,
cuántos años tiene, su estado civil, su color favorito, la música que le gusta,
sus manías, su película favorita, entre otras cosas más. Sin embargo, no dejo
de pensar en ella. Es por eso que voy a ir al lugar donde la vi. Solo espero
encontrarla de nuevo. Iré todos los días. Quizá la encuentre, quizá no. Espero
que sí.
Mientras tanto dejaré
de pensar en eso pues luego de tanto estar analizando las cosas termino
enredándome con mis propios pensamientos y sentimientos. Seguiré con mi rutina
diaria hasta que… seguiré con mi rutina un rato más hasta que sienta que algo
me falte. Hasta que una parte de mi se niegue a seguir, hasta que ya no esté a
gusto haciendo cosas solo, paseando solo. No es fácil esto de la soledad, no
para mí. No quiero que esto se vuelva una zona de confort y espero que en
determinado momento pueda abandonar mi soledad sin problema alguno.