lunes, 10 de abril de 2017

Como un sueño

Mientras te estoy esperando miro el mar y el atardecer. Si lo pienso no puedo creerlo. No puedo creer que esté aquí sentado, bebiendo agua, mirando el horizonte en lo que te espero. Un dejo de nostalgia se asoma y recuerdo los días cuando te conocí. Mi memoria continúa hacia atrás y recuerdo la primera vez que te vi. Estabas sentada leyendo algo. Ésta imagen se repite varias veces en mi mente con algunas variantes: leyendo, escribiendo, pero siempre concentrada en lo que tienes enfrente.

Hoy, poco más de diez años después viene a mi mente esa imagen tuya. El equivalente a remojar una magdalena en una taza de té. Aquí está el espacio propicio para una serie de cursilerías, pero esperaré a que llegues para decírtelas. Deberías seguir escribiendo, me dijiste y creo que eso voy a hacer. Voy a escribir de ti y de mí, pero con otros nombres. Voy a escribir de la felicidad porque eso quiero dejarle al mundo. Si nadie me lee no importa. Aquí no hay lugar para historias tristes, cargadas de odio y rencor. Por eso mismo no voy a ser un gran escritor y tampoco pretendo serlo.

Suena mi celular. Un mensaje tuyo. Estas cerca. El mesero se acerca para preguntarme si deseo algo más. Le digo que no. Y sigo sin poder creer que esté aquí, esperándote. Afectaste mi vida y afecté la tuya para bien. Sonrió. Muchas veces temí que en cualquier momento iba a despertar para ir a trabajar y tú no estabas más. Pero despierto siempre y siempre a tu lado. Yo que en varios momentos de mi vida no creía en la felicidad. Veo el mar, el atardecer. ¿Cuántas veces hemos estado aquí? ¿Dos? ¿Tres? Algo me… pero no puedo continuar. A lo lejos te veo llegar. Tal como la primera vez. Tal como muchas otras veces más.