jueves, 10 de octubre de 2019

Escribir por encargo


Estoy en una sala de estar. Los que me conocen, saben que no me gusta esperar, sin embargo esta es una excepción que hago con mucho gusto porque no todos los días se puede hablar con Ernesto Estrada. Mucho tiempo tratando de arreglar una cita con él para una entrevista hasta que por fin pudimos coincidir. No obstante, un imprevisto familiar le ha impedido llegar a la hora acordada. Su secretaria me ha pedido disculpas y me ha dicho que si no me molesta esperar de 20 a 30 minutos, el señor me atenderá. De lo contrario puede hacerme una cita el día jueves y no tengo ningún inconveniente en reunirme con él ese día, solo que ya no quiero esperar.

Desde joven, a Ernesto le gusta escribir. Un día, su amigo Carlos quería darle un regalo a su novia, solo que también tenía la intención de escribirle algo, pero no sabía muy bien cómo hacerlo. Ernesto solo conocía a la novia de su amigo por las pláticas que habían tenido anteriormente. Eso fue suficiente para escribirle un par de líneas que salvaron a su amigo del atolladero en que se encontraba. La noticia se regó entre sus amigos que le solicitaron cartas, poemas, frases, dedicatorias, acrósticos y demás detalles románticos que sus amigos no podían tener.

Quiso vender lo que escribía, no sabía cómo. Sus amigos le pagaban con cenas, caguamas o el arbitraje de algún partido de futbol. Tenía la idea de que podía hacer dinero con lo que escribía, solo que no tenía la seguridad. Ese problema lo resolvió pensando que además de lo que escribía, unas flores que acompañaran el texto, hacían el detalle perfecto. Puso una florería que les ofrecía a sus clientes no solo regalar el detalle de unas flores, sino también algo escrito que hicieran esas flores algo irresistible para cualquier mujer. Para Ernesto no era necesario conocer a la novia, esposa, prometida de cada cliente. Eso lo resolvía preguntando el nombre, la edad, fecha de nacimiento, lugar en el que se conocieron y el motivo de las flores. Además, que el cliente hable de su pareja máximo 5 minutos. Ahora tiene florerías por todo el país.

Hay revistas en una mesita lo cual se me hace un poco “antiguo”. En los últimos años, lo máximo que me han hecho esperar son 10 minutos. Irónicamente donde menos espero es cuando voy a cortarme el cabello. Lo que aun no puedo evitar es escribir cuando tengo que esperar.