Estoy en una sala de
estar. Los que me conocen, saben que no me gusta esperar, sin embargo esta es
una excepción que hago con mucho gusto porque no todos los días se puede hablar
con Ernesto Estrada. Mucho tiempo tratando de arreglar una cita con él para una
entrevista hasta que por fin pudimos coincidir. No obstante, un imprevisto
familiar le ha impedido llegar a la hora acordada. Su secretaria me ha pedido
disculpas y me ha dicho que si no me molesta esperar de 20 a 30 minutos, el señor
me atenderá. De lo contrario puede hacerme una cita el día jueves y no tengo
ningún inconveniente en reunirme con él ese día, solo que ya no quiero esperar.
Desde joven, a
Ernesto le gusta escribir. Un día, su amigo Carlos quería darle un regalo a su
novia, solo que también tenía la intención de escribirle algo, pero no sabía
muy bien cómo hacerlo. Ernesto solo conocía a la novia de su amigo por las
pláticas que habían tenido anteriormente. Eso fue suficiente para escribirle un
par de líneas que salvaron a su amigo del atolladero en que se encontraba. La
noticia se regó entre sus amigos que le solicitaron cartas, poemas, frases,
dedicatorias, acrósticos y demás detalles románticos que sus amigos no podían
tener.
Quiso vender lo que escribía,
no sabía cómo. Sus amigos le pagaban con cenas, caguamas o el arbitraje de
algún partido de futbol. Tenía la idea de que podía hacer dinero con lo que escribía,
solo que no tenía la seguridad. Ese problema lo resolvió pensando que además de
lo que escribía, unas flores que acompañaran el texto, hacían el detalle
perfecto. Puso una florería que les ofrecía a sus clientes no solo regalar el
detalle de unas flores, sino también algo escrito que hicieran esas flores algo
irresistible para cualquier mujer. Para Ernesto no era necesario conocer a la
novia, esposa, prometida de cada cliente. Eso lo resolvía preguntando el
nombre, la edad, fecha de nacimiento, lugar en el que se conocieron y el motivo
de las flores. Además, que el cliente hable de su pareja máximo 5 minutos.
Ahora tiene florerías por todo el país.
Hay revistas en una
mesita lo cual se me hace un poco “antiguo”. En los últimos años, lo máximo que
me han hecho esperar son 10 minutos. Irónicamente donde menos espero es cuando
voy a cortarme el cabello. Lo que aun no puedo evitar es escribir cuando tengo
que esperar.