domingo, 10 de abril de 2016

Vulnerabilidad

Necesito que me abraces muy fuerte. Mi optimismo se ha reducido. Necesito que me digas que todo va a estar bien. Necesito que estés aquí conmigo. Estoy triste. No quiero sentirme solo. No me sueltes hasta que todo haya pasado. Siéntate conmigo, vamos a platicar. Primero empieza tú, dime qué hiciste el día de hoy, cuales fueron tus pensamientos, en qué momento del día pensaste en mí. ¡Cuéntame! Luego te contaré lo que hice en el día, lo que pensé y todas esas ideas locas que tengo. Tal vez así se me pase un poco la tristeza. Si no estuvieras tal vez estaría encerrado en mi habitación leyendo, escribiendo, viendo televisión o escuchando música. Cualquiera de esas actividades las estaría haciendo solo. Puede que también estuviera en la calle o en casa de algún amigo. La idea es estar haciendo algo para no pensar y no sentirme solo. Pero gracias a Dios estas aquí.

¿Sabes? Si no estuvieras aquí estaría llorando. Estas aquí y también voy a llorar. La diferencia es que mientras eso sucede tú me abrazaras y así como mi alma se desintegra, se vuelve a unir al instante y siento alivio. Caso contrario a estar solo, pues mis lágrimas caerían al piso, nadie me vería y el vacío permanecería en mí varios días antes de abandonarme.

Poco a poco me empiezo a sentir bien. Sigue mirándome, sigue sonriendo y todo irá mejor. Lo sé porque tus ojos me lo dicen. Tu sonrisa me lo dice. Tu presencia me lo dice. No sueltes mi mano, no importa si la sostienes muy fuerte. En el ambiente todavía hay melancolía que quiere meterse por mis venas. No dejes que eso suceda. Llévame a todo lugar donde vayas. No quiero volver a esos momentos tormentosos de angustia y desesperación, de miedo y soledad, de sufrimiento y rencor.

Esto es todo lo que soy, la verdad no quería que me vieras así, pero ahora ya conoces todo de mí. No te hace falta nada por explorar de mi personalidad. Mis sueños, mis ilusiones, mis fantasías, mi vulnerabilidad, mis miedos, mis temores, mis rencores, mis dolores, mis enojos, mis tristezas, mis alegrías; lo conoces todo.

jueves, 10 de marzo de 2016

Pueblo chico

La señora N engañó a su esposo. La noticia no hubiera cobrado mayor relevancia de no ser porque esta ciudad es muy pequeña. No recuerdo desde cuando el lugar donde vivo es una ciudad, sin embargo y a pesar de sus 15 mil habitantes, sigue siendo un pueblo. Si esto mismo sucediera en una ciudad como Guadalajara, Monterrey o el Distrito Federal (que ahora se llama ciudad de México), la noticia solo hubiera sido relevante para la familia, la cuadra, incluso para la colonia donde vive la señora y de ahí, a nadie más le hubiera importado. Pero no es el caso y todo mundo se enteró que la señora N engañó a su marido.

Cualquier engaño en esta ciudad es escandaloso. Y este lo fue más por dos razones. La primera de ellas se debe a que la señora N tiene 45 años y a pesar de ser joven aun, la etiqueta de señora, casada, con tres hijos, lo hace políticamente incorrecto, moralmente incorrecto. Se tiene tolerancia cuando sucede entre jóvenes. De 30 a 35 años es “normal”. Pero cuando quien engaña supera esta edad, las personas juzgan como si el mismo diablo fuera quien perpetró la infidelidad. La segunda razón se debió a que es mujer. En un hombre es “normal”, pero criticado de cualquier forma. ¿Pero una mujer? Eso no está bien visto, no en el lugar donde vivo.

De cualquier manera está mal, se trate de una mujer o un hombre. No hay necesidad de llegar a eso. Engañar es engañarse a sí mismo. Es autodestruirse. Si algo está mal en la relación la tiene que rescatar los dos involucrados. Si no se puede y no hay más remedio que separase, el divorcio será inevitable. Entonces puede conocer a alguien más o seguir en soledad. Pero involucrarse con alguien más estando casado, está mal, sin importar si es el hombre o la mujer quien engaña.

¿Por qué estoy pensando en esto? Ni si quiera me consta que la señora N engañó a su marido. Solo es una noticia que anda circulando de boca en boca. La señora N y su marido siguen (o al menos así lo veo) igual que siempre. Las apariencias engañan, probablemente. Pero la verdad a mí ni me beneficia ni me afecta la relación de la señora N., me dejé llevar por lo que dice la gente. Quizá si tengan razón o quizá la vieron platicar con alguien y por el simple hecho de platicar con una persona ya está engañando a su marido. De cualquier forma, ya no debo pensar en esto. Ya gasté mi tiempo en algo que no es de mi incumbencia. Supongo que el chisme es inherente al ser humano. Como sea, mejor voy a ver que están pasando en la televisión.


miércoles, 10 de febrero de 2016

Cambio de planes

No puedo escribir. Pero esta no es la típica situación en la que no se qué escribir. No. En esta ocasión no quiero escribir. Debo empezar desde el inicio para que todo quede claro. Cada día veinte de cada mes enciendo la computadora y escribo algunas ideas de lo que publicaré en mi blog al mes siguiente. Mi primera idea fue escribir del amor y el desamor. Para el treinta de enero ya tenía dos párrafos. Sin embargo algo pasó en mi vida y ahora no puedo escribir del desamor. Más bien, no quiero escribir del desamor. Lo peor es que tampoco puedo escribir del amor, porque el amor no se escribe, se vive. Tal y como dice Fernando Rivera Calderón en su diccionario del caos: “Los enamorados, mientras tanto, que no suelen tener tiempo para escribir ni para pensar, se aman en silencio y sólo ellos saben lo que tendría que estar aquí escrito, pero jamás desperdiciarían el tiempo precioso del amor escribiendo en otra cosa que no fuera la corteza de un árbol, o la corteza de un sueño, que es donde se escriben los conceptos del amor.”

¿Qué voy a hacer ahora? No quiero escribir de lo que tenía planeado y si cambio el tema me voy a pasar de la fecha en la que acostumbro publicar. El blog me da la opción de que aparezca en la fecha que yo quiera. Sin embargo, si hago esto al rato voy a querer hacerlo cada mes y me voy a confiar y voy a estar publicando a destiempo y esto va a ser un relajo. ¿Será tiempo de abandonar este blog? No es mala idea, sin embargo una parte de mí siempre quiere escribir aunque no tenga el tiempo para hacerlo. Si lo dejo por completo es muy probable que vuelva a escribir. Es algo que ya no puedo dejar de hacer.

De no ser porque esto es un texto, se abría hecho un silencio incomodo entre el punto del párrafo anterior y la letra inicial de este párrafo. De esos silencios que no sabes que decir (y quizá la otra persona tampoco) para romper el hielo. A veces eso resulta un tanto incomodo. A veces resulta un tanto desesperante. Mas cuando la persona que tienes enfrente te gusta mucho y no sabes que decir. Eso es verdaderamente desesperante. Todo pasa por tu mente, pero por tu boca las palabras no se asoman. He sido presa de esa situación muchas veces en mi vida. Afortunadamente todo cambia para bien. Creo que es tiempo de hablar más de mí. Contar que me gusta. De ser posible escribir mi autobiografía, la primera parte que abarca mis primeros 28 años. La segunda parte la escribiré pasando los 56 años y ojala haya una tercera parte cuando cumpla 84 años. Creo que es momento de escribir una novela, sí, eso. Sinceramente ahora me atrae más la idea de escribir un guion cinematográfico, pero durante muchos años quería escribir una novela. Tal vez debo hacer esto ahora. Y mientras más escriba y cuando menos me dé cuenta ya tendré una novela y un guion. Pues bien, que espero. El mejor momento es ahora.

domingo, 10 de enero de 2016

Inicio

Si, la culpa la tiene la nostalgia de fin de año. No me pegó sino hasta el uno de este mes. Había librado todo eso como si fuera cualquier día, cualquier semana, cualquier fecha, por más que escuchara los villancicos y los adornos navideños que encontraba en varios sitios a mi paso. Recibí el 2016 por puro trámite. No hubo fantasmas de navidades pasadas ni futuras. Todo fue muy insípido. Pero llegó el uno de este mes y poco a poco la nostalgia fue apareciendo. El primer día del año me la pasé en casa leyendo algunas cosas, escribiendo otras más, viendo algo de televisión y revisando algunos pendientes. Ya por la noche me puse a ver una película y así se acabó ese día. No puedo decir si fue un objeto en concreto lo que me hizo reflexionar. Pienso que fue el clima, ese que dicen que ha unido a más parejas que cupido. El frío me puso nostálgico y luego me deprimió. Eso mas contemplar los amaneceres y atardeceres fue el detonante para que me volviera a cuestionar ¿qué quiero? ¿Hacia dónde voy? ¿Estoy donde quiero estar? ¿Qué quiero hacer? ¿Estoy conforme con mi trabajo? ¿Qué hay de todos esos sueños que aun no realizo? ¿Soy feliz? Con algunas preguntas no tuve problema, las demás calaron dentro de mi ánimo (ya mermado) y mi alma. Recordé una frase de José Emilio Pacheco. ¿En qué momento me convertí en lo que ahora soy? Me vi a mí mismo cinco años antes. ¿Cómo fue que la rutina me ganó?

En una hoja tamaño carta escribí algunos propósitos a realizar y los pegué junto a mi calendario para que no se me olvide realizarlos. Ahí los voy a ver todos los días y de alguna u otra forma me voy a dar el tiempo para llevarlos a cabo. Sigo siendo el mismo de hace cinco años, pero también he cambiado en algunas cosas. Al menos eso digo yo desde mi perspectiva. Mis amigos, familiares y conocidos tendrán un mejor criterio en este punto. Quizá lo que quiero decir es que mis ideas revolucionarias se fueron perdiendo poco a poco. Hasta llegar al punto que quedaron sepultadas en un rincón de mi memoria y que ahora por este clima frío que impera en las mañanas y en las noches, accidentalmente mi mente (o lo que sea) fue a dar con ese pequeño baúl empolvado.

¿Qué puedo hacer para no olvidar? No quiero llegar mañana a mi trabajo y sumergirme en la rutina, salir del trabajo cansado y llegar a casa con una idea, con un solo propósito: descansar. Encender la televisión y perderme en el programa que sea. ¿Qué puedo hacer para no olvidar? La vida se va y el tiempo vuela. No quiero llegar a los cuarenta, cincuenta, sesenta años y ver para atrás y preguntarme ¿qué hice? Pensar que desperdicié mi vida. ¿Qué hago para no olvidar? ¿Qué hago para no dejarme llevar por la rutina? Espero que con tener mis objetivos a la vista, descansar unos minutos regresando del trabajo y después pasar a mi escritorio para llevar a cabo mis propósitos sea más que suficiente.