Estimada señorita…
Muy querida y apreciable… Hola, me estoy acordando
de ti en este preciso momento, no sé por qué. Y decidí escribirte para saludar,
para saber cómo estas… Me
estoy acordando de ti. Quiero echarle la culpa a la música pop… Me
estoy acordando de ti. Quiero echarle la culpa a la canción de la radio, al
comentario del locutor, a la brevísima inspiración…
Me levanto de mi
asiento. Me llevo las manos al cabello. Pienso. Ojala fuera fácil llegar hasta
donde estas. De hecho es fácil. Tomo un taxi y de ahí el urbano que me deja a
una cuadra. Y ya estoy. La cuestión es llegar temprano, antes de que salgas de
tu trabajo. Eso me falla. Y mis barreras mentales.
Quisiera poder
explicar en palabras escritas y habladas lo que siento. Y mucho de esto quiero
decírtelo cuando estés frente a mí. Solo eso quiero, platicar contigo, no pido
más. De aquí sabremos si podemos ser buenos amigos u odiarnos de por vida.
¿Qué es eso de
palabras habladas? ¿Porque pienso tanto? ¿Por qué estoy escribiendo esto? Te
escribo con el único interés de saber si podemos vernos… Hola. ¿Qué tal tu día?
¿Dónde voy a
conseguir los instrumentos? ¡Caray! Estoy guardando mis cartas fuertes para el
final y creo que ya va siendo hora de sacarlas. Mientras voy por un oficio el
cual voy a presentar en el CIMO. Algo me van a tener que prestar ahí. En la
casa de la cultura también existe una ligera posibilidad.
¿Por qué pienso que
eres el amor de mi vida? ¿Por qué pienso que tú sientes lo mismo que yo? ¿Por
qué me niego a creer que es cierto? ¿Por qué no puedo decirte todo lo que
siento?
Me llamo José. Me
pregunto si podemos ir a tomar un café. Me interesa conocerte y perdón que te
lo diga, pero voy a hacer de todo para que aceptes mi invitación. Así que,
aunque suene pretensioso, te conviene aceptar ya. ¿A qué hora sales? Paso por
ti y de ahí vamos a un café que está a tres cuadras de aquí, ¿te parece?
¡Todo muy mal!
Ni una sola línea rescatable, ¡por dios!
¿Cómo pretendo llegar a su corazón?
Empezaré de nuevo. Bien,
veamos. No se me ocurre nada.